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La extranjerización del chaco
Compartimos el segundo video de la serie reportajes audiovisuales sobre la depredación de la biodiversidad del Chaco paraguayo. Propietarios extranjeros acaparan las tierras de la Región Occidental.
“La extranjerización del Chaco” es el segundo material audiovisual producido por un equipo de periodistas de E’a sobre la alarmante situación ecológica del Chaco paraguayo. La serie de reportajes se inició con las notas escritas denominadas “Crónicas chaqueñas” el pasado 4 de agosto.
Propietarios de origen brasileño, uruguayo, argentino, francés y alemán, principalmente, compraron en los últimos doce años millones de hectáreas de tierras para la especulación inmobiliaria y la producción ganadera. La venta masiva de las tierras a extranjeros es estimulada por un Estado y ley ausentes para la protección del territorio nacional.
Este material describe en imágenes, en poco mÁs de siete minutos, las causas y consecuencias de este fenómeno que también afecta a la Región Oriental del país.
Este trabajo fue realizado gracias al apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo.
Créditos:
Dirección: Miguel Armoa
Producción: Arístides Ortíz, Sady Barrios, Miguel Armoa
Cámara: Juan Carlos Lucas
Edición: Juan Carlos Lucas/ Sofía Paoli
Móvil: Santiago Bobadilla
Chaco: La mayor deforestación
Compartimos la primera parte de una serie de tres reportajes audiovisuales sobre la depredación del Chaco paraguayo. La actual situación de esta región abre el debate sobre el cambio climático.
Un equipo de periodistas de E’a realizó una seria de reportajes sobre la depredación de la biodiversidad del Chaco paraguayo. Como parte de este trabajo se fueron publicando las crónicas chaqueñas, y a partir de hoy difundimos además una serie de tres reportajes audiovisuales sobre dicha temática.
“Chaco: La mayor deforestación en el planeta” es el primer material que aborda la alarmante situación que registran estudios científicos y monitoreos de organizacines ambientalistas, que identificaron que en esta región se dio en los últimos 12 años la mayor tasa de deforestación en el mundo. Los actores locales, autoridades, ganaderos, colonos, empresarios extranjeros y ambientalistas opinan sobre el tema y sus posibles efectos en el cambio climático.
Luego de vivir una prolongada sequía, este año la región occidental así como otras partes del país vivió un gran inundación, totalmente atípica para esta época. ¿Ya es parte de la consecuencia?
Si bien existen leyes que ponen límites a la depredación, ¿de qué dispone el Estado para asegurar eso?
Son algunos cuestionamientos que aborda el material.
El trabajo fue realizado, al igual que las crónicas chaqueñas, gracias al apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo.
Aquí el video:
Créditos:
Dirección: Miguel Armoa
Producción: Arístides Ortíz, Sady Barrios, Miguel Armoa
Cámara: Juan Carlos Lucas
Edición: Juan Carlos Lucas/ Sofía Paoli
Móvil: Santiago Bobadilla
Estado y ley, dos fantasmas en el Chaco
(Parte V) Ausencia de instituciones, corrupción y descontrol ambiental fomentan la tasa de deforestación más alta del mundo
Por Arístides Ortíz
Una pieza de tres metros cuadrados es el lugar donde nos recibe el fiscal auxiliar de delitos ambientales de Filadelfia, Alan Schaerer; es tan pequeña, que debemos apiñarnos para entrar todos en ella.
“Y… se hace lo que se puede…aquí estoy yo con dos funcionarios y un agente fiscal para investigar las denuncias de delitos contra el medio ambiente que se presenten”, nos dice. Mirando desde la entrada, la casa donde está la oficina de la fiscalía parece la de un vecino pobre de Filadelfia.
Shaerer, sus tres ayudantes y sus pilas de documentos en esa precaria casa son el reflejo de las extremas limitaciones de la Fiscalía General de Estado para combatir la agresiva deforestación de los bosques chaqueños. “Tengo una camioneta que debe recorrer toda la jurisdicción que nos corresponde”, nos informa. Shaerer y sus ayudantes deben fiscalizar 91.600 kilómetros cuadrados del departamento de Boquerón y 60 mil kilómetros cuadrados (el 75% del total) del departamento de Alto Paraguay.
El fiscal dice que recibe un mínimo de 10 denuncias de delitos ambientales al mes. “Con una camioneta, nos cuesta…”, comenta resignado.
El otro fiscal de delitos ambientales está en el departamento de Presidente Hayes. Debe fiscalizar todo el territorio de este departamento, de 73 mil kilómetros cuadrados, y 20 mil kilómetros (25% del total) de Alto Paraguay. Sus limitaciones son calcadas a las de la fiscalía de Filadelfia.
Durante la entrevista, mencionamos a Shaerer que en los últimos tres años se deforestaron 1.147.000 hectáreas de bosques en el Chaco y que imágenes satelitales de toda la geografía chaqueña realizadas por técnicos de la Universidad de Mariland de EE.UU. revelaron que padece la tasa de deforestación más alta del mundo. “Si…” nos dice con tono ausente. Insistimos si alguna persona fue penada con cárcel por delitos ambientales en esta región: “Yo no conozco casos”, dice lacónicamente.
La soledad del ingeniero Casco
A la altura del kilómetro 415 de la Transchaco, en el llamado Cruce Pionero, desde la camioneta divisamos un letrero que dice: “INFONA”, en la entrada de una casa. Es la “administración” del Instituto Forestal Nacional. Entramos a la casa y encontramos a un hombre que tecleaba en una computadora. Estaba solo. Es el ingeniero agrónomo Arnaldo Casco, director general regional del Infona.
“Se supone que en esta oficina confluyen tres oficinas del Infona, cada una perteneciente a cada uno de los tres departamentos de la región; pero la verdad es que estoy yo solo aquí…”comenta Casco.
El Infona tiene la responsabilidad de fiscalizar la extracción de bosques en todo el territorio nacional y la de verificar in situ y dictaminar sobre denuncias de actos de violación de la ley forestal que investigue la Fiscalía. Es decir, debe estar presente en todas las intervenciones de los dos fiscales de delitos ambientales del Chaco. Además, es el ente encargado de verificar si los ganaderos cumplen con el Plan de uso forestal que el Infona les aprueba para la explotación de sus propiedades.
Casco parece tener mucho trabajo, a juzgar por la cantidad de explotaciones ganaderas que, en el 2012, según el Ministerio de Agricultura y Ganadería, había en el Chaco: 20.000, distribuidos en los tres departamentos.
“Mirá el vehículo como está. Acabamos de llegar de un inmueble que está cerca del río Pilcomayo…no es fácil”, nos comenta Casco, con más limitaciones en recursos humanos e infraestructura que la fiscalía del chaco: debe fiscalizar los 246.000 kilómetros cuadrados de todo el Chaco con un vehículo y un ayudante. “Me da el número del teléfono de la línea baja de aquí…”, le solicito. “No tenemos aquí línea baja”, responde sonriendo.
Casco da pena. En un intento de animarlo, Diego Rivas, nuestro fotógrafo, le dice que por lo menos debe tener el apoyo de la Secretaría Nacional de Medio Ambiente (SEAM), la institución con rango ministerial responsable de la protección del medio ambiente a nivel nacional, “¿Verdad?”, le pregunta Rivas. “La Seam no tiene oficina aquí en el Chaco, no tiene ningún local”, responde.
Seguro de que el funcionario nos está mintiendo, a mi regreso a Asunción llamo a la sede central de la Seam en Asunción. “Buen día, llamo del Chaco –simulo-, quiero pedir una intervención de la Seam en un caso de atropello a un área de reserva protegida de aquí”
–Cuál es la dirección de ustedes aquí en el Chaco?– , pregunto.
-No tenemos oficina allá-, responde.
-¿Y cómo hago?
-Nos escribe un correo o viene a Asunción-, dice la voz.
Licencia ambiental al mejor postor
Todas las grandes y medianas explotaciones ganaderas del Chaco tienen licencia ambiental expedida por la Seam y la aprobación del plan de uso forestal expedida por el Infona. Funcionan con todas las reglas ambientales. Nevercindo Bairros Cordeiro, un próspero agroganadero brasileño, lo confirma: “Paraguay tiene una de las leyes más buenas en cuestiones medioambientales y las instituciones encargadas están aplicándolas. Los productores no tienen problemas”.
¿Pero cómo es que toda esta región registra la tasa de deforestación más alta del mundo? Alberto Alderete, abogado, ex presidente del Indert, ilustra cómo funcionan las instituciones estatales. “Las empresas y particulares consultoras del medio ambiente, habilitados por la Seam, tienen los contactos con los funcionarios de la Seam para que, comisiones mediante, salgan rápido las licencias para que los ganaderos modifiquen el medio ambiente. Hay una connivencia entre consultores y funcionarios estatales”, relata.
Respecto de quiénes estudian los proyectos de explotación ganadera para otorgar o no la licencia, Juan Olmedo, funcionario de la Dirección general de control ambiental de la Seam, nos informa que lo hacen apenas ocho técnicos de la institución. Estos estudian un promedio de 500 carpetas de proyectos de explotación que solicitan licencia cada mes.
-¿Cómo pueden estudiar todas en 30 día?
-Los técnicos sólo se abocan a las carpetas cuyos dueños pagan las comisiones, responde Alberto Alderete
-¿Y las demás?
-Las demás tienen aprobación de hecho, ya que la ley establece que aquellas que no son tratadas, aprobadas o desaprobadas en un plazo de dos meses, se aprueban automáticamente, responde el ex presidente del Indert.
Jorge Vera, coordinador de la onegé ambientalista GAT, expresa que lo que ocurre en la Seam también ocurre en el Infona con los pedidos de aprobación del plan de uso forestal por parte de los ganaderos.
“Salen rápido aquellas carpetas aceitadas con comisiones. Las demás tiene aprobación automática”, comenta.
-¿Y las verificaciones de cumplimiento del plan de uso forestal por parte de los ganaderos?
-Infona no tiene ni la voluntad ni la posibilidad material de dar seguimiento al cumplimiento del plan de las miles de explotaciones ganaderas del Chaco, responde Vera.
Si alguien recorre el Chaco, la pregunta que inevitablemente se hace es ¿Hay un Estado en esta región?
El remate de las tierras chaqueñas
(Parte IV) Precios regalados e impuestos risibles dispararon el inmenso negocio inmobiliario.
Por Arístides Ortíz
Días atrás jugué de especulador y gugleé las palabras “inversiones chaco paraguayo”. El robot buscador de informaciones extendió en la pantalla una interminable lista de sitios en los que podría encontrar intermediarios para comprar mi propiedad. De la lista sin fin elegí este:www.everdem.com.
Llamé a Everdem Estudio 3000. Me atendió Viviana Hermosa, ingeniera agrónoma, desde el local de esta empresa inmobiliaria ubicada en el centro de Asunción. “Buen día. Quiero comprar una propiedad en el Chaco”, pregunto a Viviana. “Sí, yo puedo atender su pedido, sin problemas”. Detallo a Viviana las características de la tierra que quiero comprar: alrededor de 10 mil hectáreas, con una masa boscosa virgen y cerca del río Paraguay. Mi interlocutora anota y me responde que en horas de la tarde me enviará un correo con la oferta, de acuerdo con las características que cité. Aclaro a Viviana que la efectivización de la compra se hará desde San Pablo, Brasil.
-¿No habrá problemas?-, pregunto.
-Ninguno-, responde. Agrega que realizan transacciones para cualquier lugar del mundo.
-Cuánto tiempo tardará la concreción de la transferencia de la propiedad a mi nombre.
-Rapidísimo, todas vez que el título de la propiedad que le ofrezca no tenga problemas y usted tenga la plata para pagar al contado-, responde.
Cuatro horas después, recibía en mi correo la oferta. Tiene un precio de 500 dólares la hectárea. El 70% de la propiedad es un espeso monte. La inmobiliaria cobraría una comisión del 5% si se concreta la venta. Todo dependía de mí.
Con este simple procedimiento virtual se han vendido, en los últimos 20 años, millones de hectáreas de tierra en el Chaco.
“Los precios ridículos”
Uno que sabe aprovechar esta venta masiva de tierras es Rodrigo Artaveythia, el uruguayo propietario de la inmobiliaria Everdem Estudio 3000. Llegó al Paraguay allá por 1994, atraído por la primera gran ola de compradores de tierra. Descubrió la mina de oro que era toda la Región Occidental. Compró allí una estancia. La desarrolló. Luego notó que, por los precios bajísimos, los impuestos ridículos y la falta de control estatal, el Chaco era un paraíso para la especulación inmobiliaria y la producción ganadera. Así que, allá por el 2003, montó su propia empresa inmobiliaria. Gracias a sus contactos con el sector ganadero en Uruguay, fue uno de los que, en los últimos 10 años, vendió cientos de miles de hectáreas de tierras chaqueñas a sus compatriotas. La Asociación Rural de Paraguay calculó en el 2011 que más de dos millones de hectáreas de tierras fueron adquiridas en el Chaco por uruguayos. Artaveythia (con quien intentamos hablar infructuosamente) se benefició con este negocio fabuloso.
Una empresa agroganadera de capital uruguayo que aterrizó en el Chaco es Inversora Finbsury S.A. Hacia 1997, sus socios descubrieron por internet la mina. Sobrevolaron con su avioneta privada sobre la propiedad ofertada, les gustó y compraron las 130 mil hectáreas en el departamento de Alto Paraguay, cerca de cerro Chovoreca, en las inmediaciones de la frontera con Bolivia. Por entonces las tierras por hectárea en el Chaco tenían un precio risible.
“Eran precisos ridículos, entre 3 y 20 dólares la hectárea”, nos comenta sonriendo Alberto Olivetti, a quien encontramos en Mariscal Estigarribia. Es un uruguayo experimentado en administración de estancias que vino en 1999 al Chaco y trabajó ocho años en la estancia de Inversora Finsbury.
Aquellos precios de 5, 10 y 20 dólares la hectárea de los años ’90 fueron subiendo en la década del 2000 hasta llegar hoy a un promedio de 750 y 1000 dólares la hectárea. Los que compraron en los ’90 y vendieron en los 2000, se bañaron con dinero.
Ramón Zavala, intendente del municipio de Teniente Irala Fernández, de Presidente Hayes, también nos cuenta, con una mueca de humor negro, otra gran bondad del Chaco: “El valor fiscal fijado por el Poder Ejecutivo sobre el cual se calcula el impuesto inmobiliario para Irala Fernández es de 90.000 guaraníes por hectárea. El 1% de este valor fiscal (finalmente el impuesto efectivo) es 900 guaraníes. “¡O sea que un propietario con 1.000 hectáreas paga 900 mil guaraníes al año!”, comenta con sarcasmo Zavala. El intendente confirma que hace 18 o 20 años atrás los precios por hectáreas no pasaban de 25 dólares.
“Hacia 1999 los impuestos eran un cago de risa…”, cuenta Alberto Oliveti, con su típica expresión rio platense.
Lo que refieren Zavala y Olivetti se enmarca dentro de los irrisorios impuestos que el sistema tributario paraguayo aplica a la agroganadería: una base de 10% para la producción (Impuesto a la renta de actividades comerciales, industriales y de servicios) y la rentabilidad (Impuesto a la renta de las actividades agropecuarias), y un montón de exenciones fiscales. A diferencia de Brasil, Argentina y Uruguay, la legislación tributaria paraguaya no establece ningún impuesto diferencial a la inversión extranjera en agroganadería.
Artaveythia recordó en varías medios locales que en Uruguay el paquete de impuestos a la tierra, a la producción y a la renta alcanza un promedio del 35%. También recordó que una hectárea para la ganadería en el Uruguay oscila entre los 3.500 y 4.000 dólares. “Estas son las razones por la que los uruguayos vienen a Paraguay”, sentenció a un matutino local.
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La legión brasileña
Nevercindo Bairros Cordeiro es un próspero empresario agroganadero brasileño que llegó al Paraguay hace 22 años. Cordeiro cría ganado, capta inversiones y representa a algunas empresas extranjeras. Ayudó a que las cientos de estancias brasileñas de millones de hectáreas ocupen la rica franja del río Paraguay lindante con el Brasil. Las mejores y mayores tierras de Alto Paraguay y Presidente Hayes son de ganaderos brasileños. Administran sus estancias desde San Pablo, Rio de Janeiro o Mato Groso del Sur. “He alentado y asesorado a muchos brasileños a invertir en la ganadería en el Chaco, por los atractivos que tiene”, dice satisfecho en su casa de Asunción.
Cordeiro nos explica que la inversión ganadera brasileña en el Chaco es porque corren de los altos impuesto que en el Brasil se aplican a la tierra y a la ganadería: un paquete de impuesto de entre 30 y 40%. Y agrega que los precios de la tierra por hectárea para la ganadería es, en el Brasil, entre 5 y 10 mil dólares.
La legión de brasileños llegó al Chaco de la mano de Cordeiro y de muchas otras inmobiliarias. Uno de sus miembros es Marcelo Bastos Ferraz, apodado “el barón de la carne”, que compró unas 300 mil hectáreas en Alto Paraguay; o Jairo Neves, que posee unas 60 mil hectáreas, también en Alto Paraguay. Tranquilo Favero también aterrizó en el Chaco 12 años atrás con 134 mil hectáreas en Boquerón y 22 mil en Alto Paraguay. Cordeiro estima que la ocupación brasileña es muy superior a los dos millones de hectáreas ocupadas por los uruguayos.
La “agresiva” expansión menonita
Otra cara del acaparamiento de las tierras en el Chaco es el desplazamiento de los ganaderos paraguayos y brasileños de la Región Oriental hacia la Occidental. La disparada de los precios de la tierra en la región Oriental, sobre todo a raíz del valor que la soja le dio, obligó a muchos ganaderos como Tranquilo Favero a comprar tierras chaqueñas.
Ante esta masiva compra de tierras, los menonitas de las tres colonias (Ferheim, Loma Plata y Neuland) tampoco se quedaron perezosos, tal como nos dice Enrique Ratzlaff, presidente de Ferheim: “Sí, las cooperativas menonitas y sus socios ampliaron mucho sus propiedades comprando más tierras en el Chaco central”. El próspero ganadero David Sawazky estima que las tres cooperativas juntas tienen hoy alrededor de 2.500.000 hectáreas. Eduardo Martínez, concejal de Mariscal Estigarribia, cuenta que “los menonitas compran agresivamente todo lo que pueden en el Chaco central”.
El negocio inmobiliario en torno de las tierras del Chaco acrecentó la presencia de los propietarios extranjeros en el país. Según un informe del Fondo para la Alimentación Mundial (FAO) de las Naciones Unidas, de abril del 2012, en Paraguay se compraron 1,8 millones de hectáreas solamente entre el 2008 y el 2010 desde el exterior. Pero lo importante es que en las últimas dos décadas las empresas extranjeras compraron entre nueve y diez millones de hectáreas de tierras paraguayas. Lo que significa entre el 25% y el 30% del total de la superficie productiva del país.
El llanto del palo santo
(Parte II) La fiebre de la carne vacuna devora millones de hectáreas de bosques chaqueños.
Por Arístides Ortíz
“Aquel árbol que ves allá en el descampado… ese es un palo santo”, nos comenta Taguide Picanerai, nuestro guía ayoreo, mientras las ruedas de nuestro vehículo viborean sobre el resbaloso terraplén, mojado por la sostenida llovizna que cayó esa mañana. Miro aquel árbol sagrado para los indígenas del Chaco. A su rededor pastan carnosas vacas, rebosantes sus ubres de leche. Veo al palo santo espigado, triste, con pequeñas hojas cilíndricas, seco; parece tener poca vida. Sin embargo, su madera es una de las más apetecidas del mundo y ofrece muchas utilidades a los indígenas.
“Aquí están haciendo una picada”, comenta luego Pablo Sanabria, nuestro chofer, quien trabajó por varios años para los menonitas como conductor de topadoras. Es una propiedad menonita con un surco de 15 metros de ancho que se pierde en el horizonte.
Pablo nos relata cómo las topadoras derriban los bosques: “…Se ata un cabo de acero de 25 centímetro de ancho y 50 metros de largo por una topadora de 8 cilindradas y de 600 caballos de fuerza. El otro extremo del cabo se ata por otra topadora de la misma fuerza. Cuando las topadoras avanzan, el cabo, al ras del suelo, arranca de raíz como si fueran pequeños arbustos los grandes samu’û, los coronillos, los algarrobos, los palo santos…” Pablo agrega que en una hora se echan – en promedio- cinco hectáreas de bosques. Cuando se debe desmontar un inmueble, las topadoras trabajan 24 horas continuas del día, con turnos de cuatro horas de volanteo.
Mientras escucho a Pablo, hago un cálculo: una sola topadora puede tumbar 120 hectáreas de monte en un día, 3.200 hectáreas en un mes y 38.600 en un año. Una sola topadora. “Cuántas topadoras estarán desmontando el Chaco…”, pienso en voz alta. Pablo escucha, sonríe y responde en guaraní: “He… tuku guasúicha heta oî koárupi…moóiko jaikuáta mboýpa”. Es incalculable la cantidad de topadoras que hacen llorar las raíces del palo santo cuando, en verano, comienzan a andar con sus destructivas e inmensas palas en todos los departamentos del Chaco.
El día siguiente, mientras recorríamos las calles de Loma Plata (el principal emporio económico menonita), hojeaba las páginas del libro Extractivismo en el Chaco paraguayo, publicado el año pasado por Guillermo Ortega, de Base Is. “Tomando el periodo comprendido entre el 2010 y el 2013, en total se deforestaron –en el Chaco- 1.147.811 hectáreas de bosques…”, escribe el autor. Ortega solo puso números grandes a las prácticas ecocidas que nos relatara el día anterior Pablo Sanabria.
La maquinaria de producción menonita
Un corpulento hombre de amplia sonrisa baja el vidrio de la camioneta plateada y saluda. “Hola, síganme, vamos a mi oficina…”, dice con ese marcado tono alemán que tienen los menonitas al hablar el castellano. Es David Sawasky, uno de los socios más ricos de la Cooperativa Chortitzer, hijo de pioneros menonitas que llegaron al Chaco central en 1927 y fundaron la colonia Loma Plata.
Sentado frente a nosotros en su cómodo sillón, responde a una de nuestras preguntas. “Sí, las tres cooperativas menonitas juntas tienen alrededor de 1.800.000 cabezas de ganado”, nos dice luego de haber tecleado animadamente una pequeña calculadora. “¿Y cuántas hectáreas de tierra tienen juntas?”, inquiere Miguel Armoa, el otro periodista del equipo. Sawazky repite sus cálculos y concluye: “Son alrededor de 2.500.000 hectáreas de tierras…”. Un emporio que según las estadísticas formales de fuentes públicas mueve cerca de 700 millones de dólares anuales. Sumandos los números informales, no declarados, los menonitas estarían administrando alrededor de 1.000 millones de dólares, según algunos economistas.
El emporio menonita es fruto de una maquinaria de producción que fue levantada en 87 años. En el 2011, los mismos menonitas calculaban que los frigoríficos de las cooperativas Chortitzer Komitee, Fernheim y Neuland faenaban 360 mil animales vacunos por año e industrializaban más de 110 millones de litros de leche. Al 2014 la faena sobrepasa los 450 mil y la leche está por encima de los 120 millones de litros.
Para el ecólogo Miguel Lovera “la depredación de los bosques del Chaco es, principalmente, resultado de la reubicación de la ganadería de la Región Oriental hacia la Occidental…”. Lovera relata que aproximadamente desde 1997 se inicia esta reubicación, a la que se suma la entrada de los extranjeros –brasileños, uruguayos, franceses- en el negocio ganadero.
“No existen los efectos del cambio climático”
Mateo, un líder de los ayoreo vidaigosode, nos muestra el tronco de palo santo que se va quemando en la fogata de su rancho en Campo Loro, en el departamento de Boquerón. “Ese puede estar toda la noche así, dura mucho…”, comenta durante la conversación que mantenemos alrededor del fuego. El tronco del palo santo en la fogata da calor en el frío y cuece alimentos, cura enfermedades, da trabajo en la artesanía y tiene un aroma penetrante y embriagador que “espanta los malos espíritus”, según la creencia de los indígenas Nivaclé. Tiene innumerables utilidades.
Pero los pueblos indígenas están viendo la rápida muerte del palo santo. Este noble y simbólico árbol llora su posible extinción junto a otras especies de mamíferos, aves, insectos y vegetales, a raíz de la destrucción de su hábitat natural. Mateo no tiene otra explicación más que esta: “…El fruto de la selva no es nada para los blancos”.
Lovera ensaya una prospección y afirma que “si sigue este ritmo de deforestación, en 25 años terminarán completamente los bosques en el Chaco”. Jorge Escobar, investigador de la fauna chaqueña, lanza una imagen más devastadora aún: “En menos de 100 años el Chaco se convertirá en un páramo superficial, en un sub desierto”.
Si esta deforestación alarma a los medioambientalistas y ecólogos del mundo (el Chaco es la región donde más bosques se tala en el planeta), a David Sawazky no le preocupa: “No existe tal efecto del cambio climático en el Chaco. Es mentira”, nos dice con vehemencia. Una opinión que comparten casi todos los menonitas. Afuera sigue lloviendo, un fenómeno extraño que llama la atención porque el invierno chaqueño no es época de lluvia.
Sin embargo, la ciencia contradice a los prósperos menonitas: “Una hectárea de masa boscosa, en la que esta nuestro palo santo, contiene entre 40 y 60 toneladas del carbono que se producen en el planeta”, nos recuerda Lovera. Lo que significa que desmontar una hectárea implica liberar aquel promedio de tonelada de anhídrido carbónico, el gas que esta agujereando más y más la capa de ozono del planeta y eleva su temperatura.
Mientras recorremos las calles de Filadelfia en aquella tarde lluviosa, recuerdo estas estadísticas: en el Chaco pastan casi 5.600.000 cabezas de ganado vacuno. Paraguay vendió 210.000 toneladas de su carne en el 2013, una venta que redituó a los ganaderos paraguayos y extranjeros 1.300 millones de dólares. El mercado internacional pide cada año más y más carne. Son las causas del desconsolado llanto del palo santo.
Cuando el ayoreo y el tagua eran felices
(Crónicas chaqueñas I) Hace solo 40 años la fauna y la flora chaqueñas eran exuberantes, llenas de vida.
Por Arístides Ortíz
Berui Picanerai nos guía por una de las incontables picadas que se adentran al espeso monte protegido de su comunidad. Berui fue uno del último grupo de totobiegosodes no contactados que salió del bosque en el 2004, asediado por los ganaderos y sus topadoras. “Por aquí nosotros nos vamos para cazar…hay muchos animales, pero no como antes”, cuenta.
¿Y aquí hay todavía taguas?, pregunto.
-Sí…Hay todavía…cruzan la picada-, responde Berui, sonriendo.
Habíamos recorrido 450 kilómetros sobre la ruta Transchaco para llegar a la próspera Filadelfia de los menonitas. El día siguiente viajamos 120 kilómetros sobre terraplén para llegar a Chaidi, el monte de 25 mil hectáreas donde vive la comunidad de Berui.
-¿Qué significa Chaidi?, pregunto a Taguide Picanerai, nuestro guía y traductor ayoreo durante el viaje.
-“Lugar de los ancestros…”, me responde en su perfecto castellano. Entramos en el predio. Oculto detrás de los árboles se encuentra el rancherío donde nos esperaban los miembros de la comunidad.
Chaidi es uno de los tantos bloques boscosos producto de la fragmentación agresiva perpetrada en los últimos 15 años por la ganadería. Bloques de montes rodeados por extensísimas pasturas y millones de vacas que prodigan millones y millones de dólares a sus dueños con la venta de la carne y la leche. Protegido por ley, por varias organizaciones mediombientalistas y, sobre todo, por los miembros de la comunidad, la fauna y la flora de Chaidi son lo más parecido al paisaje natural chaqueño de hace unos 12.500 años. Este es el tiempo en que se formó –según los geólogos- el Gran Chaco Americano que compartimos con Argentina y Bolivia. Era entonces una llanura de bosques de vegetación dura donde, en algún momento, aparecieron el totobiegosode y el tagua para ser felices por mucho tiempo. Era “el lugar donde viven muchos chanchos”, que en lengua ayoreo significa “Totobiegosode”.
Entramos en Chaidi. Es como si cayeramos en un túnel del tiempo que lleva a 12.500 años atrás. Un pasado donde el ayoreo y el tagua vivirían libres y bien alimentados, sujetos a las leyes de la naturaleza.
La abundante miel
Se inicia el verano en nuestro imaginario viaje al Chaco de miles de años atrás. Si lo miráramos desde muy arriba, lo veríamos pintado de amarillo: es que las flores del algarrobo -diseminado por el espacio- explotan en esta época. Es como una acuarela amarilla. Miles de millones de abejas se lanzan a polinizar las flores del algarrobo. Los enjambres, voraces, chupan el néctar y van, urgidos, a sus colmenas a trabajar la miel. Al cabo de un tiempo, las abejas meleras terminan su trabajo y regalan a los animales e indígenas millones de litros de miel pura. “Los indígenas del Chaco nunca tuvieron falta de proteínas, simplemente porque esta región les ha dado toda las que necesitaban”, nos comenta Jorge Escobar, hornitólogo e investigador.
Pero si nuestro monte imaginario de 246 mil kilómetros cuadrados (la extensión actual de la planicie chaqueña) es un jolgorio de algarrobos y abejas meleras, las raíces y hojas de la vegetación que entonces aprovechaba el tagua eran incalculables. Estos chanchos silvestres herbívoros de prominentes cabezas, de años prehistóricos, de pelaje duro y erizado gozaban de una abundancia infinita de alimentos. Solo debían tomar, con sus fuertes hocicos, las raíces y las hojas de los arbustos y las plantas. A veces, las manadas de taguas se encontraban fortuitamente con manadas de tapires (el imponente y temible mborevi). El conflicto se resolvía a favor del segundo, con la estampida de los chanchos silvestres en cantidad inimaginable.
Con el paso del tiempo, no solo el ayoreo se aprovechó de la nutritiva carne del tagua: los ishir o chamacocos en la zona oriental próximos a los ríos Paraguay y Negro, los guaranies Ñandéva en el extremo occidental y los guaraníes occidentales (guarayos o chiriguanos) en la zona suroccidental también cazaban al tagua para su alimentación y recogían la miel hecha de la flor de algarrobo. La bióloga Nancy López nos cuenta que el tagua “es originario del Gran Chaco Americano, un territorio donde viven desde tiempos inmemoriales”. Si hoy hay con suerte menos de 500 taguas -en serio peligro de extinción por la deforestación y la caza masiva- en nuestro tiempo imaginario del pasado chaqueño los taguas eran incontables. Reinaban en este territorio al igual que los ayoreos.
Una masa boscosa inmensa
Aquella llanura a un mismo tiempo seca y húmeda contenía multitud de árboles que hoy sobreviven, aunque agonizantes, al asedio ganadero del hombre occidental. Entre las especies dominantes estaban el quebracho blanco, el urundey, el lapacho, el curupay, el timbó, el guayacán, el palo santo, el coronillo, el ybyra pytâ, el samu’û, el guajaibi y el caranda’y. En millones y millones, estos árboles formaban la estructura del hábitat natural chaqueño, la gran casa donde los indígenas vivían con las demás especies de plantas, insectos, aves, mamíferos y microbios. Era aquello una diversidad biológica impresionante. Describiendo aquel paraíso natural del pasado, Escobar destaca que “el Chaco fue un refugio de incontables especies de mamíferos, aves e insectos”. Era un territorio rebosante de vida, “una masa boscosa de alrededor de 120 mil kilómetros cuadrados que contenía millones y millones de toneladas de dióxido de carbono, lo que contribuía al equilibrio climático del planeta”, agrega Miguel Lovera, ingeniero agrónomo y ecólogo.
Hasta hace solo 40 años
De vuelta al presente, al asedio de la ganadería del hombre occidental, en el refugio llamado Chaidi, pregunto a Taguide Picanerai hace cuánto se perdió ese paraíso natural que acabamos de describir. “Hace apenas 40 años todavía vivíamos en ese paraíso…era todavía el lugar donde vivían muchos chanchos…”, responde con nostalgia.
“La deforestación en el Chaco antes de 1980 se acometió a una escala subordinada a las fuerzas de la naturaleza”, recuerda Miguel Lovera. Ya estaban los menonitas, quienes llegaron en 1927; hacía tiempo que la empresa Carlos Casado explotaba los quebrachales. Pero los desmontes que estos realizaban eran “gotas en un mar de bosques”, concluye Lovera.
Por aquel año 97 vendrían las grandes topadoras de 8 cilindros y 600 caballos de fuerza, para la desgracia del ayoreo y del tagua. Las frías máquinas tumban millones de hectáreas de bosques para dar pastura a millones de cabezas de ganado vacuno.
“Violencia e impunidad hacia el Pueblo Paî Tavyterâ-Kaiowa”
Aproximación a la situación de violaciones de derechos humanos en la frontera paraguayo-brasileña”
Presentación del informe:
El informe es ilustrativo de las violaciones que enfrentan, muchas veces de manera anónima, las comunidades indígenas Paî Tavyterâ situadas en el Departamento de Amambay, cuyos miembros son víctimas de numerosos asesinatos en un contexto de violencia a mayor escala que se verifica en la zona fronteriza que habitan.
De los hechos que indaga el informe, en su mayoría llegaron a conocimiento de las autoridades policiales y el Ministerio Público, sin un resultado de justicia para las víctimas. De esta manera, la falta de garantías y protección judicial, sumados al elevado índice de impunidad que rodea a los crímenes que afectan a las comunidades Paî Tavyterâ, hacen del acceso a la justicia un derecho sistemáticamente vedado que los obliga a convivir con la violencia, sin un amparo estatal efectivo.
El informe fue elaborado por el equipo de investigación de la ONG Tierraviva, bajo la dirección de la socióloga Lorna Quiroga y el abogado Oscar Ayala Amarilla, con la participación de las organizaciones del Pueblo Paî Tavyterâ.
La presentación de este material se realizará el jueves 21 de agosto a las 18:30 horas en la Biblioteca Cervantes del Centro Cultural de España Juan de Salazar.
Realizadores indígenas paraguayos defienden a sus pueblos a través del vídeo
Por EFE
ASUNCIÓN. Una serie de trabajos audiovisuales realizados por indígenas paraguayos, en algunos de los cuales se aborda la defensa de sus territorios ancestrales, se exhibirán el sábado en Asunción con motivo del Día Internacional de los Pueblos Indígenas.
Una parte de los audiovisuales a proyectar son obra de indígenas que se capacitaron en ese campo gracias a la colaboración entre la Federación por la Autodeterminación de los Pueblos Indígenas (FAPI) y el Centro de Formación y Realización Cinematográfica (Cefrec) de Bolivia, que proporcionó los docentes encargados de la capacitación.
“Son vídeos y documentos en los que se habla del hombre indígena y de cómo estamos defendiendo nuestros territorios, nuestras vivencias, nuestra historia y nuestra perspectiva de vida”, dijo a Efe Hipólito Acevei, presidente de la FAPI.
Entre los documentales programados está la producción de la Federación dedicada a la reivindicación territorial del pueblo mbya guaraní sobre Tekoha Guasu, en el departamento de Itapúa, donde los nativos llevan años denunciado la deforestación que sufre el lugar a causa de la tala ilegal.
El programa se completa con otros audiovisuales dedicados a la mujer indígena como “Tejedoras”, sobre las artesanas del pueblo enlhet, en la región occidental del país, o “Lideresas del Pueblo Mbya Guaraní”, centrado en mujeres de ese grupo que asumen el protagonismo social en sus respectivas comunidades.
El Día Internacional de los Pueblos Indígenas fue establecido por la ONU en 1994 para reivindicar los derechos fundamentales de los nativos, especialmente los territoriales.
Entre el 7 y el 9 de agosto la FAPI tiene previsto organizar un taller en el que se debatirán estrategias para que el Estado paraguayo reconozca el derecho de los pueblos indígenas a ser consultados sobre las medidas o proyectos que se quieran aplicar, tanto desde el ámbito público como privado, en sus territorios originarios.
Del total de 116.000 nativos censados este año, un 76% viven en situación de pobreza extrema, según datos del estatal Instituto Nacional del Indígena (INDI).
El extraordinario primer contacto de indígenas brasileños con el mundo exterior
Gerardo Lissardy
BBC Mundo, Brasil
Un hecho extraño ocurrió en estos tiempos de tecnología y redes sociales, mientras todos estaban pendientes del Mundial de fútbol: un grupo de indígenas aislados entró en contacto con el resto de la humanidad, cerca de la frontera de Brasil con Perú.
Primero fueron dos miembros de una tribu que habita en la selva amazónica cerca del río Envira, totalmente ajena al mundo exterior, que se dejaron ver el 29 de junio.
Al día siguiente aparecieron tres, gritando, gesticulando, tocándose la barriga a la orilla del río frente a un equipo de la Fundación Nacional del Indio (Funai) brasileña acompañado por indígenas ashaninka.
Los tres jóvenes estaban desnudos, apenas con una suerte de cinto, y portaban arcos, flechas, machetes y una escopeta.
En un video del encuentro que fue divulgado esta semana puede verse a un ashaninka entregarles dos racimos de bananas a los indios aislados, que parecen desconfiar. Guardan una prudente distancia pero aceptan el obsequio y comen la fruta.
En otra filmación se ve a dos de ellos llegar a una aldea de los ashaninka y llevarse un hacha del lugar, mientras alguien detrás de cámara le gritaba una y otra vez: “¡No, no!”.
También hay escenas de miembros de la Funai intentando sin éxito intercambiar objetos con los nuevos visitantes, que observan con aparente asombro y recelo a los hombres vestidos con ropa moderna.
Durante esos contactos los siete indígenas aislados contrajeron la gripe debido su falta de inmunidad y recibieron un tratamiento contra la enfermedad, que podría resultarles mortal, antes de volver a su pueblo aislado de entre 50 y 70 miembros, señaló la Funai.
Pero esta semana el mismo grupo volvió al lugar de contacto, como habían anticipado, acompañados por una pareja de su tribu, para lo que podría ser el inicio de una vacunación completa de su comunidad, informó la fundación estatal a BBC Mundo.
Sin embargo, una pregunta inquieta a los expertos: ¿por qué un grupo de indígenas que por decisión propia vivió aislado durante tanto tiempo de pronto decidió cambiar?
“Ataques violentos”
Una de las explicaciones que ha cobrado más fuerza es que los indígenas rompieron su apartamiento para buscar ayuda ante ataques de grupos que operan ilegalmente en la zona.
“Según relatos hechos por medio de intérpretes, una de las causas para el contacto puede ser la presión de madereros ilegales y la acción de narcotraficantes en aquella área”, señaló la Funai en base a información de Carlos Travassos, que coordina su departamento de indígenas aislados.
Travassos se encuentra actualmente en el terreno de contacto con los indígenas, en el estado de Acre, adonde está llegando también un equipo del ministerio brasileño de Salud especializado en indígenas.
La versión de que el grupo que salió del aislamiento estaba “huyendo de ataques violentos en Perú” fue recogida por Survival Internacional, una organización por los derechos de los pueblos indígenas y tribales.
La ONG lanzó una petición urgente a los gobiernos de Perú y Brasil para que “protejan las tierras de los indígenas aislados” y cumplan sus compromisos de cooperación transfronteriza.
La violencia contra los indígenas es un problema recurrente en Brasil, donde 560 miembros de distintas etnias fueron asesinados entre 2003 y 2013, un aumento de 168% respecto a los ocho años previos, según un informe de una entidad vinculada a la Iglesia católica.
No obstante, los especialistas aún carecen de una confirmación de que los indígenas aislados hayan sido víctimas de alguna agresión específica que los llevara a salir en busca de apoyo.
De acuerdo a la Funai, otra posibilidad puede ser que los se hayan acercado a la aldea ashaninka en procura de obtener objetos útiles para su vida cotidiana, como cuchillos u ollas.
“Ese pueblo está en busca de tecnología. Eso es importante para la vida de ellos, porque tienen una ‘guerra’ interna entre ellos y por el contacto con otros grupos no indígenas”, sostuvo el antropólogo Terri Aquino citado por el portal de noticias G1, de la red Globo.
¿Preparados?
Los intérpretes que participaron de la comunicación con los indígenas aislados indicaron que éstos pertenecen a un subgrupo de la familia de lenguas pano, que se hablan en la región.
En el lado brasileño de la selva amazónica habitan al menos 77 grupos de indios aislados y sólo en el área del río Envira, donde se estableció el nuevo contacto, son monitorizados cuatro de ellos, indicó la Funai.
La fundación tiene como premisa evitar el contacto con esos grupos y respetar su autodeterminación, pero prevé acciones de intervención para cuando alguno de ellos procura establecer contacto o pasa a una situación de riesgo.
Pero Aquino expresó en el Blog da Amazônia del portal Terra -donde esta semana se publicó primero el video sobre el contacto- su inquietud por una eventual falta de preparación de la Funai para lidiar con la situación planteada.
En los videos difundidos pueden verse algunas situaciones confusas con gritos durante los contactos, como cuando los visitantes se llevan el hacha de la aldea.
Un informe de la Funai que trascendió en medios locales relató que en un momento un funcionario armó un cigarro de tabaco y lo encendió frente a los indígenas, que pidieron de inmediato para probarlo y se lo guardaron “para más tarde”.
A cargo de la protección etno-ambiental de la zona está la base del río Xinane, que había dejado de cumplir funciones después que narcotraficantes invadieran el puesto en 2011 y la Funai retirara a su personal.
Ahora reabrió con refuerzos para atender a este pueblo indígena que decidió romper su aislamiento por algún motivo que aún se intenta definir.