Ancianos indígenas obligados a deambular por las oficinas públicas
La insensibilidad de los funcionarios públicos, fieles servidores de la burocracia estatal, sobresale a la hora de atender a la gente humilde, a gente pobre. Pero es aún más agresivo en el momento de atender a los indígenas.
Esta es la situación que se vivió esta semana cuando dos ancianos, miembros de la comunidad indígena Yakye Axa del pueblo Enxet sur, que están tramitando su pensión de adultos mayores tuvieron que llegar hasta la capital para acceder a este derecho.
Abel Fernández, de 70 años y que padece de una enfermedad que lo dejó ciego, y Alejandro Flores, de ochenta años y que apenas ve por su avanzada edad, vinieron hasta Asunción para “firmar” los documentos exigidos por el Ministerio de Hacienda para poder cobrar su pensión. La avanzada edad de ambos, la ceguera y el desconocimiento de la ubicación de los locales donde funcionan las instituciones estatales hizo que este recorrido sea un riesgo para estos ancianos indígenas.
“Roju ro cobrasé rupi, roju roñemokua hü’ími kuatiare. Ndo rojuiramo paraguaype avave ndo pagamoai oréve (Vinimos porque queremos cobrar, vinimos a marcar con nuestra huella digital los documentos. Si nosotros no veníamos hasta Asunción nadie nos va a pagar)” mencionaba Abel Fernández, lamentando su cansancio debido al ajetreo físico que realizó en estos días.
Añadió que solamente ellos podían firmar los papeles que acrediten que son beneficiarios del subsidio estatal para los adultos mayores. Sin embargo, no solo el viaje desde su comunidad fue cansador, también lo fue el tener que ir a varias dependencias del Ministerio de Hacienda, del Banco Nacional de Fomento y de Identificaciones de la Policía Nacional.
“Che ndaikuaai moopa aime. Ajegueraha ape ha amogotyo, che mokua hü hikuái. (No sé ni donde estaba. Me llevaban de acá para allá para marcar mi huella digital) mencionaba por su parte Alejandro Flores, que pidió volver rápidamente a su comunidad porque según dijo le cansa mucho el ruido de la ciudad.
Este sistema burocrático nos demuestra una vez más la humillación a la que son sometidos los ancianos indígenas, quienes son obligados a salir de su comunidad, realizar largos viajes en colectivos y deambular por los edificios estatales para acceder a un derecho que por Ley les beneficia.