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El llanto del palo santo
(Parte II) La fiebre de la carne vacuna devora millones de hectáreas de bosques chaqueños.
Por Arístides Ortíz
“Aquel árbol que ves allá en el descampado… ese es un palo santo”, nos comenta Taguide Picanerai, nuestro guía ayoreo, mientras las ruedas de nuestro vehículo viborean sobre el resbaloso terraplén, mojado por la sostenida llovizna que cayó esa mañana. Miro aquel árbol sagrado para los indígenas del Chaco. A su rededor pastan carnosas vacas, rebosantes sus ubres de leche. Veo al palo santo espigado, triste, con pequeñas hojas cilíndricas, seco; parece tener poca vida. Sin embargo, su madera es una de las más apetecidas del mundo y ofrece muchas utilidades a los indígenas.
“Aquí están haciendo una picada”, comenta luego Pablo Sanabria, nuestro chofer, quien trabajó por varios años para los menonitas como conductor de topadoras. Es una propiedad menonita con un surco de 15 metros de ancho que se pierde en el horizonte.
Pablo nos relata cómo las topadoras derriban los bosques: “…Se ata un cabo de acero de 25 centímetro de ancho y 50 metros de largo por una topadora de 8 cilindradas y de 600 caballos de fuerza. El otro extremo del cabo se ata por otra topadora de la misma fuerza. Cuando las topadoras avanzan, el cabo, al ras del suelo, arranca de raíz como si fueran pequeños arbustos los grandes samu’û, los coronillos, los algarrobos, los palo santos…” Pablo agrega que en una hora se echan – en promedio- cinco hectáreas de bosques. Cuando se debe desmontar un inmueble, las topadoras trabajan 24 horas continuas del día, con turnos de cuatro horas de volanteo.
Mientras escucho a Pablo, hago un cálculo: una sola topadora puede tumbar 120 hectáreas de monte en un día, 3.200 hectáreas en un mes y 38.600 en un año. Una sola topadora. “Cuántas topadoras estarán desmontando el Chaco…”, pienso en voz alta. Pablo escucha, sonríe y responde en guaraní: “He… tuku guasúicha heta oî koárupi…moóiko jaikuáta mboýpa”. Es incalculable la cantidad de topadoras que hacen llorar las raíces del palo santo cuando, en verano, comienzan a andar con sus destructivas e inmensas palas en todos los departamentos del Chaco.
El día siguiente, mientras recorríamos las calles de Loma Plata (el principal emporio económico menonita), hojeaba las páginas del libro Extractivismo en el Chaco paraguayo, publicado el año pasado por Guillermo Ortega, de Base Is. “Tomando el periodo comprendido entre el 2010 y el 2013, en total se deforestaron –en el Chaco- 1.147.811 hectáreas de bosques…”, escribe el autor. Ortega solo puso números grandes a las prácticas ecocidas que nos relatara el día anterior Pablo Sanabria.
La maquinaria de producción menonita
Un corpulento hombre de amplia sonrisa baja el vidrio de la camioneta plateada y saluda. “Hola, síganme, vamos a mi oficina…”, dice con ese marcado tono alemán que tienen los menonitas al hablar el castellano. Es David Sawasky, uno de los socios más ricos de la Cooperativa Chortitzer, hijo de pioneros menonitas que llegaron al Chaco central en 1927 y fundaron la colonia Loma Plata.
Sentado frente a nosotros en su cómodo sillón, responde a una de nuestras preguntas. “Sí, las tres cooperativas menonitas juntas tienen alrededor de 1.800.000 cabezas de ganado”, nos dice luego de haber tecleado animadamente una pequeña calculadora. “¿Y cuántas hectáreas de tierra tienen juntas?”, inquiere Miguel Armoa, el otro periodista del equipo. Sawazky repite sus cálculos y concluye: “Son alrededor de 2.500.000 hectáreas de tierras…”. Un emporio que según las estadísticas formales de fuentes públicas mueve cerca de 700 millones de dólares anuales. Sumandos los números informales, no declarados, los menonitas estarían administrando alrededor de 1.000 millones de dólares, según algunos economistas.
El emporio menonita es fruto de una maquinaria de producción que fue levantada en 87 años. En el 2011, los mismos menonitas calculaban que los frigoríficos de las cooperativas Chortitzer Komitee, Fernheim y Neuland faenaban 360 mil animales vacunos por año e industrializaban más de 110 millones de litros de leche. Al 2014 la faena sobrepasa los 450 mil y la leche está por encima de los 120 millones de litros.
Para el ecólogo Miguel Lovera “la depredación de los bosques del Chaco es, principalmente, resultado de la reubicación de la ganadería de la Región Oriental hacia la Occidental…”. Lovera relata que aproximadamente desde 1997 se inicia esta reubicación, a la que se suma la entrada de los extranjeros –brasileños, uruguayos, franceses- en el negocio ganadero.
“No existen los efectos del cambio climático”
Mateo, un líder de los ayoreo vidaigosode, nos muestra el tronco de palo santo que se va quemando en la fogata de su rancho en Campo Loro, en el departamento de Boquerón. “Ese puede estar toda la noche así, dura mucho…”, comenta durante la conversación que mantenemos alrededor del fuego. El tronco del palo santo en la fogata da calor en el frío y cuece alimentos, cura enfermedades, da trabajo en la artesanía y tiene un aroma penetrante y embriagador que “espanta los malos espíritus”, según la creencia de los indígenas Nivaclé. Tiene innumerables utilidades.
Pero los pueblos indígenas están viendo la rápida muerte del palo santo. Este noble y simbólico árbol llora su posible extinción junto a otras especies de mamíferos, aves, insectos y vegetales, a raíz de la destrucción de su hábitat natural. Mateo no tiene otra explicación más que esta: “…El fruto de la selva no es nada para los blancos”.
Lovera ensaya una prospección y afirma que “si sigue este ritmo de deforestación, en 25 años terminarán completamente los bosques en el Chaco”. Jorge Escobar, investigador de la fauna chaqueña, lanza una imagen más devastadora aún: “En menos de 100 años el Chaco se convertirá en un páramo superficial, en un sub desierto”.
Si esta deforestación alarma a los medioambientalistas y ecólogos del mundo (el Chaco es la región donde más bosques se tala en el planeta), a David Sawazky no le preocupa: “No existe tal efecto del cambio climático en el Chaco. Es mentira”, nos dice con vehemencia. Una opinión que comparten casi todos los menonitas. Afuera sigue lloviendo, un fenómeno extraño que llama la atención porque el invierno chaqueño no es época de lluvia.
Sin embargo, la ciencia contradice a los prósperos menonitas: “Una hectárea de masa boscosa, en la que esta nuestro palo santo, contiene entre 40 y 60 toneladas del carbono que se producen en el planeta”, nos recuerda Lovera. Lo que significa que desmontar una hectárea implica liberar aquel promedio de tonelada de anhídrido carbónico, el gas que esta agujereando más y más la capa de ozono del planeta y eleva su temperatura.
Mientras recorremos las calles de Filadelfia en aquella tarde lluviosa, recuerdo estas estadísticas: en el Chaco pastan casi 5.600.000 cabezas de ganado vacuno. Paraguay vendió 210.000 toneladas de su carne en el 2013, una venta que redituó a los ganaderos paraguayos y extranjeros 1.300 millones de dólares. El mercado internacional pide cada año más y más carne. Son las causas del desconsolado llanto del palo santo.
Cuando el ayoreo y el tagua eran felices
(Crónicas chaqueñas I) Hace solo 40 años la fauna y la flora chaqueñas eran exuberantes, llenas de vida.
Por Arístides Ortíz
Berui Picanerai nos guía por una de las incontables picadas que se adentran al espeso monte protegido de su comunidad. Berui fue uno del último grupo de totobiegosodes no contactados que salió del bosque en el 2004, asediado por los ganaderos y sus topadoras. “Por aquí nosotros nos vamos para cazar…hay muchos animales, pero no como antes”, cuenta.
¿Y aquí hay todavía taguas?, pregunto.
-Sí…Hay todavía…cruzan la picada-, responde Berui, sonriendo.
Habíamos recorrido 450 kilómetros sobre la ruta Transchaco para llegar a la próspera Filadelfia de los menonitas. El día siguiente viajamos 120 kilómetros sobre terraplén para llegar a Chaidi, el monte de 25 mil hectáreas donde vive la comunidad de Berui.
-¿Qué significa Chaidi?, pregunto a Taguide Picanerai, nuestro guía y traductor ayoreo durante el viaje.
-“Lugar de los ancestros…”, me responde en su perfecto castellano. Entramos en el predio. Oculto detrás de los árboles se encuentra el rancherío donde nos esperaban los miembros de la comunidad.
Chaidi es uno de los tantos bloques boscosos producto de la fragmentación agresiva perpetrada en los últimos 15 años por la ganadería. Bloques de montes rodeados por extensísimas pasturas y millones de vacas que prodigan millones y millones de dólares a sus dueños con la venta de la carne y la leche. Protegido por ley, por varias organizaciones mediombientalistas y, sobre todo, por los miembros de la comunidad, la fauna y la flora de Chaidi son lo más parecido al paisaje natural chaqueño de hace unos 12.500 años. Este es el tiempo en que se formó –según los geólogos- el Gran Chaco Americano que compartimos con Argentina y Bolivia. Era entonces una llanura de bosques de vegetación dura donde, en algún momento, aparecieron el totobiegosode y el tagua para ser felices por mucho tiempo. Era “el lugar donde viven muchos chanchos”, que en lengua ayoreo significa “Totobiegosode”.
Entramos en Chaidi. Es como si cayeramos en un túnel del tiempo que lleva a 12.500 años atrás. Un pasado donde el ayoreo y el tagua vivirían libres y bien alimentados, sujetos a las leyes de la naturaleza.
La abundante miel
Se inicia el verano en nuestro imaginario viaje al Chaco de miles de años atrás. Si lo miráramos desde muy arriba, lo veríamos pintado de amarillo: es que las flores del algarrobo -diseminado por el espacio- explotan en esta época. Es como una acuarela amarilla. Miles de millones de abejas se lanzan a polinizar las flores del algarrobo. Los enjambres, voraces, chupan el néctar y van, urgidos, a sus colmenas a trabajar la miel. Al cabo de un tiempo, las abejas meleras terminan su trabajo y regalan a los animales e indígenas millones de litros de miel pura. “Los indígenas del Chaco nunca tuvieron falta de proteínas, simplemente porque esta región les ha dado toda las que necesitaban”, nos comenta Jorge Escobar, hornitólogo e investigador.
Pero si nuestro monte imaginario de 246 mil kilómetros cuadrados (la extensión actual de la planicie chaqueña) es un jolgorio de algarrobos y abejas meleras, las raíces y hojas de la vegetación que entonces aprovechaba el tagua eran incalculables. Estos chanchos silvestres herbívoros de prominentes cabezas, de años prehistóricos, de pelaje duro y erizado gozaban de una abundancia infinita de alimentos. Solo debían tomar, con sus fuertes hocicos, las raíces y las hojas de los arbustos y las plantas. A veces, las manadas de taguas se encontraban fortuitamente con manadas de tapires (el imponente y temible mborevi). El conflicto se resolvía a favor del segundo, con la estampida de los chanchos silvestres en cantidad inimaginable.
Con el paso del tiempo, no solo el ayoreo se aprovechó de la nutritiva carne del tagua: los ishir o chamacocos en la zona oriental próximos a los ríos Paraguay y Negro, los guaranies Ñandéva en el extremo occidental y los guaraníes occidentales (guarayos o chiriguanos) en la zona suroccidental también cazaban al tagua para su alimentación y recogían la miel hecha de la flor de algarrobo. La bióloga Nancy López nos cuenta que el tagua “es originario del Gran Chaco Americano, un territorio donde viven desde tiempos inmemoriales”. Si hoy hay con suerte menos de 500 taguas -en serio peligro de extinción por la deforestación y la caza masiva- en nuestro tiempo imaginario del pasado chaqueño los taguas eran incontables. Reinaban en este territorio al igual que los ayoreos.
Una masa boscosa inmensa
Aquella llanura a un mismo tiempo seca y húmeda contenía multitud de árboles que hoy sobreviven, aunque agonizantes, al asedio ganadero del hombre occidental. Entre las especies dominantes estaban el quebracho blanco, el urundey, el lapacho, el curupay, el timbó, el guayacán, el palo santo, el coronillo, el ybyra pytâ, el samu’û, el guajaibi y el caranda’y. En millones y millones, estos árboles formaban la estructura del hábitat natural chaqueño, la gran casa donde los indígenas vivían con las demás especies de plantas, insectos, aves, mamíferos y microbios. Era aquello una diversidad biológica impresionante. Describiendo aquel paraíso natural del pasado, Escobar destaca que “el Chaco fue un refugio de incontables especies de mamíferos, aves e insectos”. Era un territorio rebosante de vida, “una masa boscosa de alrededor de 120 mil kilómetros cuadrados que contenía millones y millones de toneladas de dióxido de carbono, lo que contribuía al equilibrio climático del planeta”, agrega Miguel Lovera, ingeniero agrónomo y ecólogo.
Hasta hace solo 40 años
De vuelta al presente, al asedio de la ganadería del hombre occidental, en el refugio llamado Chaidi, pregunto a Taguide Picanerai hace cuánto se perdió ese paraíso natural que acabamos de describir. “Hace apenas 40 años todavía vivíamos en ese paraíso…era todavía el lugar donde vivían muchos chanchos…”, responde con nostalgia.
“La deforestación en el Chaco antes de 1980 se acometió a una escala subordinada a las fuerzas de la naturaleza”, recuerda Miguel Lovera. Ya estaban los menonitas, quienes llegaron en 1927; hacía tiempo que la empresa Carlos Casado explotaba los quebrachales. Pero los desmontes que estos realizaban eran “gotas en un mar de bosques”, concluye Lovera.
Por aquel año 97 vendrían las grandes topadoras de 8 cilindros y 600 caballos de fuerza, para la desgracia del ayoreo y del tagua. Las frías máquinas tumban millones de hectáreas de bosques para dar pastura a millones de cabezas de ganado vacuno.
“Violencia e impunidad hacia el Pueblo Paî Tavyterâ-Kaiowa”
Aproximación a la situación de violaciones de derechos humanos en la frontera paraguayo-brasileña”
Presentación del informe:
El informe es ilustrativo de las violaciones que enfrentan, muchas veces de manera anónima, las comunidades indígenas Paî Tavyterâ situadas en el Departamento de Amambay, cuyos miembros son víctimas de numerosos asesinatos en un contexto de violencia a mayor escala que se verifica en la zona fronteriza que habitan.
De los hechos que indaga el informe, en su mayoría llegaron a conocimiento de las autoridades policiales y el Ministerio Público, sin un resultado de justicia para las víctimas. De esta manera, la falta de garantías y protección judicial, sumados al elevado índice de impunidad que rodea a los crímenes que afectan a las comunidades Paî Tavyterâ, hacen del acceso a la justicia un derecho sistemáticamente vedado que los obliga a convivir con la violencia, sin un amparo estatal efectivo.
El informe fue elaborado por el equipo de investigación de la ONG Tierraviva, bajo la dirección de la socióloga Lorna Quiroga y el abogado Oscar Ayala Amarilla, con la participación de las organizaciones del Pueblo Paî Tavyterâ.
La presentación de este material se realizará el jueves 21 de agosto a las 18:30 horas en la Biblioteca Cervantes del Centro Cultural de España Juan de Salazar.
Realizadores indígenas paraguayos defienden a sus pueblos a través del vídeo
Por EFE
ASUNCIÓN. Una serie de trabajos audiovisuales realizados por indígenas paraguayos, en algunos de los cuales se aborda la defensa de sus territorios ancestrales, se exhibirán el sábado en Asunción con motivo del Día Internacional de los Pueblos Indígenas.
Una parte de los audiovisuales a proyectar son obra de indígenas que se capacitaron en ese campo gracias a la colaboración entre la Federación por la Autodeterminación de los Pueblos Indígenas (FAPI) y el Centro de Formación y Realización Cinematográfica (Cefrec) de Bolivia, que proporcionó los docentes encargados de la capacitación.
“Son vídeos y documentos en los que se habla del hombre indígena y de cómo estamos defendiendo nuestros territorios, nuestras vivencias, nuestra historia y nuestra perspectiva de vida”, dijo a Efe Hipólito Acevei, presidente de la FAPI.
Entre los documentales programados está la producción de la Federación dedicada a la reivindicación territorial del pueblo mbya guaraní sobre Tekoha Guasu, en el departamento de Itapúa, donde los nativos llevan años denunciado la deforestación que sufre el lugar a causa de la tala ilegal.
El programa se completa con otros audiovisuales dedicados a la mujer indígena como “Tejedoras”, sobre las artesanas del pueblo enlhet, en la región occidental del país, o “Lideresas del Pueblo Mbya Guaraní”, centrado en mujeres de ese grupo que asumen el protagonismo social en sus respectivas comunidades.
El Día Internacional de los Pueblos Indígenas fue establecido por la ONU en 1994 para reivindicar los derechos fundamentales de los nativos, especialmente los territoriales.
Entre el 7 y el 9 de agosto la FAPI tiene previsto organizar un taller en el que se debatirán estrategias para que el Estado paraguayo reconozca el derecho de los pueblos indígenas a ser consultados sobre las medidas o proyectos que se quieran aplicar, tanto desde el ámbito público como privado, en sus territorios originarios.
Del total de 116.000 nativos censados este año, un 76% viven en situación de pobreza extrema, según datos del estatal Instituto Nacional del Indígena (INDI).
El extraordinario primer contacto de indígenas brasileños con el mundo exterior
Gerardo Lissardy
BBC Mundo, Brasil
Un hecho extraño ocurrió en estos tiempos de tecnología y redes sociales, mientras todos estaban pendientes del Mundial de fútbol: un grupo de indígenas aislados entró en contacto con el resto de la humanidad, cerca de la frontera de Brasil con Perú.
Primero fueron dos miembros de una tribu que habita en la selva amazónica cerca del río Envira, totalmente ajena al mundo exterior, que se dejaron ver el 29 de junio.
Al día siguiente aparecieron tres, gritando, gesticulando, tocándose la barriga a la orilla del río frente a un equipo de la Fundación Nacional del Indio (Funai) brasileña acompañado por indígenas ashaninka.
Los tres jóvenes estaban desnudos, apenas con una suerte de cinto, y portaban arcos, flechas, machetes y una escopeta.
En un video del encuentro que fue divulgado esta semana puede verse a un ashaninka entregarles dos racimos de bananas a los indios aislados, que parecen desconfiar. Guardan una prudente distancia pero aceptan el obsequio y comen la fruta.
En otra filmación se ve a dos de ellos llegar a una aldea de los ashaninka y llevarse un hacha del lugar, mientras alguien detrás de cámara le gritaba una y otra vez: “¡No, no!”.
También hay escenas de miembros de la Funai intentando sin éxito intercambiar objetos con los nuevos visitantes, que observan con aparente asombro y recelo a los hombres vestidos con ropa moderna.
Durante esos contactos los siete indígenas aislados contrajeron la gripe debido su falta de inmunidad y recibieron un tratamiento contra la enfermedad, que podría resultarles mortal, antes de volver a su pueblo aislado de entre 50 y 70 miembros, señaló la Funai.
Pero esta semana el mismo grupo volvió al lugar de contacto, como habían anticipado, acompañados por una pareja de su tribu, para lo que podría ser el inicio de una vacunación completa de su comunidad, informó la fundación estatal a BBC Mundo.
Sin embargo, una pregunta inquieta a los expertos: ¿por qué un grupo de indígenas que por decisión propia vivió aislado durante tanto tiempo de pronto decidió cambiar?
“Ataques violentos”
Una de las explicaciones que ha cobrado más fuerza es que los indígenas rompieron su apartamiento para buscar ayuda ante ataques de grupos que operan ilegalmente en la zona.
“Según relatos hechos por medio de intérpretes, una de las causas para el contacto puede ser la presión de madereros ilegales y la acción de narcotraficantes en aquella área”, señaló la Funai en base a información de Carlos Travassos, que coordina su departamento de indígenas aislados.
Travassos se encuentra actualmente en el terreno de contacto con los indígenas, en el estado de Acre, adonde está llegando también un equipo del ministerio brasileño de Salud especializado en indígenas.
La versión de que el grupo que salió del aislamiento estaba “huyendo de ataques violentos en Perú” fue recogida por Survival Internacional, una organización por los derechos de los pueblos indígenas y tribales.
La ONG lanzó una petición urgente a los gobiernos de Perú y Brasil para que “protejan las tierras de los indígenas aislados” y cumplan sus compromisos de cooperación transfronteriza.
La violencia contra los indígenas es un problema recurrente en Brasil, donde 560 miembros de distintas etnias fueron asesinados entre 2003 y 2013, un aumento de 168% respecto a los ocho años previos, según un informe de una entidad vinculada a la Iglesia católica.
No obstante, los especialistas aún carecen de una confirmación de que los indígenas aislados hayan sido víctimas de alguna agresión específica que los llevara a salir en busca de apoyo.
De acuerdo a la Funai, otra posibilidad puede ser que los se hayan acercado a la aldea ashaninka en procura de obtener objetos útiles para su vida cotidiana, como cuchillos u ollas.
“Ese pueblo está en busca de tecnología. Eso es importante para la vida de ellos, porque tienen una ‘guerra’ interna entre ellos y por el contacto con otros grupos no indígenas”, sostuvo el antropólogo Terri Aquino citado por el portal de noticias G1, de la red Globo.
¿Preparados?
Los intérpretes que participaron de la comunicación con los indígenas aislados indicaron que éstos pertenecen a un subgrupo de la familia de lenguas pano, que se hablan en la región.
En el lado brasileño de la selva amazónica habitan al menos 77 grupos de indios aislados y sólo en el área del río Envira, donde se estableció el nuevo contacto, son monitorizados cuatro de ellos, indicó la Funai.
La fundación tiene como premisa evitar el contacto con esos grupos y respetar su autodeterminación, pero prevé acciones de intervención para cuando alguno de ellos procura establecer contacto o pasa a una situación de riesgo.
Pero Aquino expresó en el Blog da Amazônia del portal Terra -donde esta semana se publicó primero el video sobre el contacto- su inquietud por una eventual falta de preparación de la Funai para lidiar con la situación planteada.
En los videos difundidos pueden verse algunas situaciones confusas con gritos durante los contactos, como cuando los visitantes se llevan el hacha de la aldea.
Un informe de la Funai que trascendió en medios locales relató que en un momento un funcionario armó un cigarro de tabaco y lo encendió frente a los indígenas, que pidieron de inmediato para probarlo y se lo guardaron “para más tarde”.
A cargo de la protección etno-ambiental de la zona está la base del río Xinane, que había dejado de cumplir funciones después que narcotraficantes invadieran el puesto en 2011 y la Funai retirara a su personal.
Ahora reabrió con refuerzos para atender a este pueblo indígena que decidió romper su aislamiento por algún motivo que aún se intenta definir.
Los indígenas mexicanos que le ganaron una batalla al gigante Monsanto
Juan Carlos Pérez Salazar
BBC Mundo, Ciudad de México
El trozo de tierra en el que Leydi Pech tiene sus colmenares no es grande. Tiene, si acaso, dos hectáreas y de él proviene el sustento no solo de esta indígena maya, sino de los diez integrantes de su familia.
Forma parte de un ejido en el estado de Campeche, donde los integrantes de su comunidad tienen parcelas similares. La mayoría se dedica a lo mismo: cultivar miel de la delicada abeja melipona, que no posee aguijón, por lo que no puede defenderse de sus depredadores.
No, no es un terreno grande el de Leydi. Sin embargo, ahora mismo está en el centro de una batalla de alcances globales: la de quienes están a favor o en contra de los cultivos transgénicos.
Apicultores como Leydi temen que los cultivos transgénicos puedan contaminar la miel que producen artesanalmente. México es el tercer exportador mundial de este producto y la mayoría de quienes la trabajan son indígenas.
Amparos
La semana pasada, un juez concedió un amparo a indígenas y campesinos de Yucatán por medio del cual se suspendía la siembra de soya transgénica en la región por parte de la empresa Monsanto.
Dos amparos similares habían sido otorgados en marzo y abril a campesinos e indígenas de Campeche, entre los que se encuentra Leydi.
Según medios de comunicación y activistas, las medidas cobijan a unos 30 mil apicultores con sus familias, en su mayoría de pueblos originarios.
En los fallos de Campeche se indica que el gobierno no consultó a las comunidades indígenas mayas sobre una decisión que las tocaría directamente.
En el dictamen de Yucatán, además de este argumento, también se contempla la posibilidad de que las semillas transgénicas puedan afectar los cultivos y en especial la producción de miel.
“Es el derecho a que no se puede implementar ningún tipo de biotecnología hasta que no se garantice plenamente los efectos secundarios” explica a BBC Mundo el abogado Jorge Fernández, quien forma parte del colectivo Ma OGM , que asesora a los apicultores.
En los tres amparos -que han sido calificados de “históricos” por defensores del medio ambiente-, además de suspender los cultivos transgénicos se ordena realizar las debidas consultas con las comunidades indígenas.
Guerra jurídica
Esta nueva batalla entre agricultores y activistas contra la siembra de semillas transgénicas se viene desarrollando con especial intensidad en México desde junio de 2012.
Ese mes, el gobierno autorizó al gigante Monsanto a sembrar soya transgénica a nivel comercial en más de 253.000 hectáreas distribuidas en siete estados.
Según dijo Ariel Álvarez Morales, secretario ejecutivo de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados (Cibiogem) a la periodista Elva Mendoza -especialista en medio ambiente de la revista Contralínea- “cuando el Estado da permisos para la liberación, en este caso de soya, es porque no hay elementos de bioseguridad que nos digan que algo malo va a pasar”.
No es lo que opinan activistas ecológicos ni los indígenas y campesinos que tienen sus sembradíos en los alrededores de las áreas donde se cultivaría la soya, quienes de inmediato interpusieron demandas en cuatro de los siete estados donde se concedieron los permisos.
No son los únicos que se oponen. En una serie de reportajes publicados en 2013, Elva Mendoza indica que, antes de que se concedieran los permisos, tres organismos gubernamentales -la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad; el Instituto Nacional de Ecología y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas- se habían pronunciado de manera negativa a la solicitud de siembra de Monsanto.
Sus argumentos iban desde “la posible filtración de agroquímicos (glifosato) a los mantos acuíferos”, hasta “la colindancia de los polígonos liberados con áreas naturales protegidas y zonas prioritarias terrestres, marinas e hídricas”.
A pesar de eso, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), que estudió esos conceptos, dio luz verde a la siembra.
De hecho, según el diario El Financiero, en la decisión del juez de Yucatán influyó que no se tomaran en cuenta las opiniones técnicas de los mencionados organismos. El juez además “desechó los argumentos de las autoridades demandadas quienes exigían a los apicultores mayas pruebas científicas plenas de que los permisos otorgados influyen negativamente en la producción de miel”.
¿Qué dice Monsanto?
Desde su sede en México se indica que la gigante trasnacional, especializada en investigaciones tecnológicas agrícolas (en su sitio de internet dicen que invierte US$2 millones diarios en investigar), no está concediendo entrevistas sobre el tema.
Sin embargo, luego del dictamen en Yucatán dio a conocer un comunicado en el que fija su posición, el cual fue entregado a BBC Mundo.
En él se indica que “cualquier afectación resultante de la liberación de organismos genéticamente modificados debe ser evaluada por las autoridades competentes en estricto apego a la ley y con base en evidencias y estudios científicos concluyentes”.
Se agrega que durante la rueda de prensa en la que se dio a conocer el fallo “terceros distintos a quienes interpusieron el amparo” divulgaron información “que genera confusión ante la opinión pública”.
Esa información, añaden, también “ignora la afectación que incide sobre los productores de soya de la región, quienes han subsistido su cultivo durante años y tienen derecho a acceder de forma voluntaria a mejores tecnologías agrícolas en beneficio propio de sus familias”.
En el comunicado también se anuncia que Monsanto está analizando el amparo “a efecto de interponer los recursos que por ley le asisten para defender sus derechos”.
Además de en México, Monsanto sostiene -o ha sostenido- batallas jurídicas en diferentes partes del mundo, como Estados Unidos, Brasil (donde los cultivos trasngénicos ya superarían a los naturales), Chile o Francia.
La miel de la melipona
México es el tercer exportador de miel a nivel mundial (detrás de Argentina y China) y el sexto productor global. Según reportes, anualmente se producen en este país unas 57.000 toneladas de miel.
Más del 40% de la miel mexicana proviene de la llamada península de Yucatán, que se adentra como una espuela en el Mar Caribe y que incluye al estado del mismo nombre, así como a Campeche y Quintana Roo.
Casi la totalidad de la miel que produce la península -donde unas 30.000 familias dependen de su cultivo- se exporta a la Unión Europea. Uno de los temores que existen entre los apicultores es que la UE rechace su miel si encuentra que supera los limites aceptados de polen transgénico.
Y la miel más preciada de Yucatán es la que proviene de la abeja melipona, que puede venderse hasta por diez veces el precio de la miel común.
La voz de Leydi Pech se endulza cuando habla de ella.
“Tenemos derecho a opinar. Conocemos nuestro medio ambiente, nuestra biodiversidad, porque la hemos cuidado por miles de años”
Leydi Pech, apicultora maya
“Es una abeja ancestral que los mayas hemos utilizado por mucho tiempo. Para nuestro consumo y para curarnos. Lo que tiene de especial esta abejita es que selecciona la floración que recolecta. También produce menos cantidad de miel”, dice a BBC Mundo con el español golpeado que caracteriza a los maya-hablantes.
Luego, un toque de hiel: “es una abeja que está en peligro de extinción en la península de Yucatán”.
El cultivo de la miel entre los mayas es prehispánico. En un estudio, la doctora Alejandra García Quintanilla, de la Universidad Autónoma de Yucatán, indica que tanto en la cerámica del período maya clásico (200 a 1.000 DC), como en los libros del Chilam Balam, se encuentran testimonios sobre la importancia de este néctar en la vida de las comunidades indígenas.
Es un conocimiento que sigue vivo: Leydi aprendió todo lo que sabe de la apicultura a los doce años, de su abuelo. Él, a su vez, recibió el saber de sus padres.
“Lo que más recuerdo de lo que me enseñó mi abuelo es que no hay que dejar que las abejas se mueran, siempre hay que defenderlas. Porque las abejas no sólo sirven para hacer la miel, sino para polinizar nuestros alimentos, lo que consumimos. Eso las comunidades mayas lo tenemos muy claro: es un servicio que nuestras abejas nos están dando. Y gratis”.
Lo que se viene
Lo más seguro es que, como lo insinúa en su comunicado, Monsanto impugne las decisiones de los jueces de Campeche y Yucatán. Y un tribunal superior bien puede ordenar la reanudación de los cultivos de soya. Quienes apoyan los cultivos trangénicos insisten en que no hay pruebas de que hayan contaminado la miel.
A nivel global, quienes respaldan los cultivos genéticamente modificados aseguran que son indispensables para alimentar a una población mundial en aumento.
De vuelta en México, los amparos plantean enormes retos logísticos. Los jueces ordenaron que se consulte a las comunidades. El de Yucatán incluso dio plazo: seis meses. El abogado Jorge Fernández cree esto en inviable en tan corto período: hay que traducir al maya -y en un lenguaje comprensible- el proyecto. Luego viene la consulta interna no sólo entre los apicultores, sino entre sus comunidades. Además, es algo que nunca antes se ha hecho.
Leydi no tiene dudas en que, como sea, hay que consultarlos: “nosotros tenemos asambleas. Cada comunidad, cada ejido hace su asamblea por usos y costumbres y tomamos nuestras decisiones… Estamos peliando esa parte: que nos pregunten. Porque tenemos derecho a opinar. Conocemos nuestro medio ambiente, nuestra biodiversidad, porque la hemos cuidado por miles de años”.
Según recuerda para BBC Mundo la periodista Elva Mendoza, los permisos para cultivar maíz transgénico -contra el que también se han presentado fuertes protestas- se encuentran asimismo suspendidos desde el año pasado por la interdicción de un juez que recibió una demanda colectiva. Según Mendoza, las transnacionales afectadas, entre ellas Monsanto, ya interpusieron los recursos jurídicos necesarios.
Leydi Pech tiene la esperanza de que la Suprema Corte de Justica de México “atraiga” los casos y de un dictámen definitivo.
Mientras tanto, lo que ha ocurrido con Leydi y sus compañeros apicultores es visto por sus simpatizantes como otra victoria local en medio de una enorme batalla global.
Vicepresidente Afara visitará comunidad Kelyenmagategma
Una comitiva gubernamental encabezada por el vice Presidente de la República, Juan Afara, y la ministra de Justicia Sheyla Abed y el gobernador del Departamento de Presidente Hayes, Pablo Contesi, visitarán mañana la comunidad indígena Kelyenmagategma del Pueblo Enxet Sur, ubicada en la zona de Karaja Vuelta, Departamento de Presidente Hayes, distantes a unos 40 kilómetros de la ciudad de Concepción, río arriba.
Afara y las demás autoridades son miembros de la Comisión Interinstitucional de Cumplimiento de Sentencias y Recomendaciones Internacionales (CICSI), creada en el 2008 por el Poder Ejecutivo. Esta institución tiene a su cargo el cumplimiento del acuerdo de solución amistosa que el Estado firmó con los representantes de la mencionada comunidad indígena, que en el año 2004 presentó una denuncia) contra el Estado paraguayo, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH, por la violación de sus derechos indígenas.
El objetivo de esta visita a Kelyenmagategma se realiza en el marco de las tareas de cumplimiento los compromisos a favor de la comunidad y que asumió el Estado ante la CIDH.
El Estado entregó los indígenas unas 8.748 hectáreas, ubicada en la zona denominada Karaja Vuelta, donde actualmente se encuentra asentada la comunidad, adquiridas por el Estado para la comunidad indígena. El acuerdo de solución amistosa, fue firmado el 3 de agosto de 2011,ocasión en que el Estado se comprometió además a presupuestar un monto de 500 mil dólares americanos, monto a ser destinado para proyectos de desarrollo comunitario.
Sin embargo, hasta la fecha este punto del acuerdo aún no fue cumplida, por ello el titular de la CICSI y demás altos funcionarios del Estado visitarán la comunidad indígena para conversar con los miembros de la misma acerca de los procedimientos para dar continuidad al compromiso asumido por el Estado.
Los indígenas están enfermos y con hambre, según indicaron los líderes chaqueños
Pedido de auxilio por falta asistencia a las familias damnificadas del Chaco
Se agrava la situación de las familias indígenas que viven en las zonas afectadas por la inundación que azota gran parte del Chaco paraguayo. Más de veinte comunidades pertenecientes a los pueblos Enxet Sur, Angaité y Sanapaná, asentadas en el Departamento de Presidente Hayes, se encuentran asiladas y reciben una escasa o nula asistencia de parte de la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN) y de la gobernación departamental.
Uno de los casos extremos se registra en la comunidad Rodolfito, ubicada a unos 260 kilómetros de la capital, transitando unos 35 kilómetros de camino de tierra, y que se encuentra aislada desde hace dos meses por la inundación, según los líderes de la misma no hay caminos transitables en la zona.
Bernardo Torales, miembro de la citada comunidad, en comunicación telefónica explicó que hace casi un mes que no reciben asistencia de ninguna institución. “Hay muchos niños enfermos y la gente ya está padeciendo de hambre, hace días que no comen nada. No recibimos ningún tipo de asistencia y tampoco tenemos carne de animales silvestres, porque debido a la inundación no hay forma de mariscar en esta zona” indicó.
Según el representante indígena de la comunidad Rodolfito son 12 las familias que viven allí y que están en esta situación de hambre. “Las autoridades del Estado se olvidaron de nosotros, tenemos miedo que haya muertos a causa de esta situación. Les pedimos por favor que hagan algo para ayudarnos” sostuvo Torales.
Otra comunidad indígena que se encuentra en emergencia es la de Tempelá, ubicada en la zona de Laguna Pato, cercana a la Colonia Nueva Mestre, que también se encuentra aislada. En la misma viven más de una veintena de familias Enxet Sur que desde hace varias semanas no reciben ningún tipo de asistencia por parte de la SEN.
Juan de la Cruz González, líder de la comunidad, dijo que no hay accesos por tierra hasta ese asentamiento y que las familias indígenas están atravesando el peor momento desde que comenzó la inundación, porque ya no tienen nada que comer y que los más afectados son los niños y ancianos.
Solicitó una a las autoridades la inmediata asistencia médica, provisión de alimentos y ropas de invierno para evitar una desgracia en la comunidad.
Algunas de las comunidades indígenas chaqueñas que aún encuentran aisladas debido a la inundación son las de Buena Vista, Colonia 96, La Patria –que cuenta con 17 aldeas, Laguna Pato, San Fernando, Cerrito Hamaquera y La Esperanza. Asimismo, las comunidades de Espinillo, Maxklawaiya, Monte Alto y parte del Estribo se encuentran semi-aisldas, pues existen caminos disponibles pero solamente transitables para vehículos pesados tipo tractor.
Burocracia e insensibilidad estatal
Ancianos indígenas obligados a deambular por las oficinas públicas
La insensibilidad de los funcionarios públicos, fieles servidores de la burocracia estatal, sobresale a la hora de atender a la gente humilde, a gente pobre. Pero es aún más agresivo en el momento de atender a los indígenas.
Esta es la situación que se vivió esta semana cuando dos ancianos, miembros de la comunidad indígena Yakye Axa del pueblo Enxet sur, que están tramitando su pensión de adultos mayores tuvieron que llegar hasta la capital para acceder a este derecho.
Abel Fernández, de 70 años y que padece de una enfermedad que lo dejó ciego, y Alejandro Flores, de ochenta años y que apenas ve por su avanzada edad, vinieron hasta Asunción para “firmar” los documentos exigidos por el Ministerio de Hacienda para poder cobrar su pensión. La avanzada edad de ambos, la ceguera y el desconocimiento de la ubicación de los locales donde funcionan las instituciones estatales hizo que este recorrido sea un riesgo para estos ancianos indígenas.
“Roju ro cobrasé rupi, roju roñemokua hü’ími kuatiare. Ndo rojuiramo paraguaype avave ndo pagamoai oréve (Vinimos porque queremos cobrar, vinimos a marcar con nuestra huella digital los documentos. Si nosotros no veníamos hasta Asunción nadie nos va a pagar)” mencionaba Abel Fernández, lamentando su cansancio debido al ajetreo físico que realizó en estos días.
Añadió que solamente ellos podían firmar los papeles que acrediten que son beneficiarios del subsidio estatal para los adultos mayores. Sin embargo, no solo el viaje desde su comunidad fue cansador, también lo fue el tener que ir a varias dependencias del Ministerio de Hacienda, del Banco Nacional de Fomento y de Identificaciones de la Policía Nacional.
“Che ndaikuaai moopa aime. Ajegueraha ape ha amogotyo, che mokua hü hikuái. (No sé ni donde estaba. Me llevaban de acá para allá para marcar mi huella digital) mencionaba por su parte Alejandro Flores, que pidió volver rápidamente a su comunidad porque según dijo le cansa mucho el ruido de la ciudad.
Este sistema burocrático nos demuestra una vez más la humillación a la que son sometidos los ancianos indígenas, quienes son obligados a salir de su comunidad, realizar largos viajes en colectivos y deambular por los edificios estatales para acceder a un derecho que por Ley les beneficia.

