Por Maximiliano Mendieta Miranda *
¿Qué son los derechos humanos?
Los derechos humanos son aquellas condiciones inherentes a la naturaleza humana que le permiten acceder a una vida digna, y que deben ser garantizados y no violados por el Estado.
Así como explica la definición, por un lado, en el contexto de la garantía, el Estado es el sujeto activo que debe asegurar la vigencia de los derechos humanos para todos y todas. En ese sentido, a modo de ejemplo, el Estado tiene la obligación de asegurar que todas las personas accedan sin limitaciones, entre otros derechos humanos, a salud, educación, agua, vivienda digna y salario mínimo.
Por otro lado, en el marco de la obligación de la no violación, el Estado es el sujeto que debe respetar y abstenerse de quebrantarlos. A modo de ejemplo, el mismo no puede torturar a ninguna persona, ni perseguir política o ideológicamente, ni coartar el derecho a la defensa en juicio o el principio de inocencia.
¿Para que se defienden?
Para que toda persona alcance una vida digna – principio fundamental de la democracia y del derecho constitucional paraguayo – es necesario la plena vigencia de todos y cada uno de los derechos humanos.
Así las cosas, la trascendencia del acceso a todos ellos radica en que los mismos tienen la característica de interdependencia, es decir, que dependen unos de otros y que no tienen jerarquía. Dicho de otra manera, están enganchados entre sí y todos tienen la misma importancia. En ese marco, los mismos se complementan, se relacionan y se condicionan unos con otros.
¿Quiénes son los beneficiados y beneficiadas de los derechos humanos?
Todas y todos, sin excepción, tenemos el derecho de gozar de los derechos humanos y el Estado, la obligación de hacerlos realidad. Sin embargo, en la práctica, a causa de la desigualdad social impuesta por la ausencia manifiesta del Estado paraguayo, sólo un grupo privilegiado de personas puede acceder a los mismos, en base a la clase social, los recursos financieros, el poder político y/o el capital económico. Sin embargo, las personas que viven en situación de vulnerabilidad a causa del empobrecimiento y la exclusión social impuestos por el sistema dominante, son relegadas, marginadas vilipendiadas o explotadas, condiciones que impiden el acceso de las mismas a los derechos humanos.
Es en ese contexto en que, fehacientemente, a través del principio de no-discriminación del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, prevalece la promoción y la defensa de los derechos humanos de las personas como las y los jóvenes prisionizados, torturados y ejecutados extrajudicialmente, debido a la criminalización de la pobreza, impuesto por el modelo penal clasista y represivo.
En ese marco también, podemos citar a los pueblos indígenas, los cuales son víctimas de la expoliación y usurpación de sus tierras por parte de la inacción del Estado, cuando grupos de poder relacionados con el agro-negocio, avanzan sobre ellas y vulneran la supervivencia de los mismos, teniendo en cuenta la profunda conexión que existe entre la tierra indígena y la vida.
Por citar otro ejemplo, tenemos a las trabajadoras domésticas reducidas al trabajo esclavo, la explotación y la discriminación institucionalizada en base al género y la clase social, es decir, ser mujer y empobrecida. En ese sentido, el Código Laboral impone una violenta diferencia con los demás trabajadores y trabajadoras, que consiste en que las mismas cobren menos del sesenta por ciento del salario mínimo legal.
Por otro lado, la defensa de los derechos humanos también se centra, con especial énfasis, en reivindicar los derechos de toda persona que se ve en una situación de vulnerabilidad debido a todo el peso del aparato estatal, a través del Ministerio Público o el Ministerio del Interior, instituciones, que en el nombre de la seguridad, sistemáticamente violan derechos y principios básicos del garantismo constitucional en relación con derechos humanos civiles.
En ese marco, si nos referimos a secuestros es importante aclarar que las víctimas de ellos tienen todo el derecho a ser amparadas en sus derechos y el Estado, la obligación de protegerlas, integralmente. Pero lo que incomoda o lo que ignoran varias personas que desprecian los derechos humanos, es que la defensa de éstos se da justamente a favor de las personas que están siendo violentadas por el sujeto que debería garantizarlos y no violarlos, es decir, el Estado. En ese sentido, es obvio que los y las defensoras de derechos humanos trabajemos, activemos y exijamos el respeto de los mismos, para estas personas, pues su vigencia es la piedra angular de una verdadera democracia.
En ese tenor, es importante decir, que durante algunos secuestros se violaron derechos humanos en relación con el debido proceso, las detenciones arbitrarias, la defensa en juicio, la prueba, el principio de inocencia y la tortura, esta última, crimen de lesa humanidad. Así también, se vieron violentadas familias enteras de campesinos y campesinas, que emprenden una permanente y admirable lucha por la tierra, y que viven en zonas rurales cercanas a zonas de conflicto y violentadas por parte de militares y policías así como criminalizadas por parte del Ministerio Público. En ese marco también, existieron claras persecuciones ideológicas como en la época de la dictadura estronista, a aquellas personas, en la zona en cuestión, que son de izquierda.
¿Y las ideologías?
El desprecio hacia los derechos humanos lo podemos observar, generalmente, de una parte de la sociedad que goza de todos los privilegios así como de los medios hegemónicos y comerciales de comunicación que, constantemente, mienten, repudian, menosprecian y criminalizan la defensa de los derechos humanos, promueven el populismo penal y desinforman, confunden, estigmatizan y condenan las ideologías de izquierdas que no concuerdan con su visión política, claramente conservadora, liberal y discriminadora.
La repetida y clásica frase de estos medios así como de algunos políticos y políticas consiste en manifestar, con una connotación profundamente negativa, que las y los defensores de derechos humanos ¨estamos ideologizados¨. Sin embargo, la libertad ideológica es un derecho humano que es protegido, vale la pena recordarlo, no sólo por la Constitución Nacional de la República del Paraguay sino por los tratados internacionales de derechos humanos, ratificados por el Estado paraguayo. Y no los olvidemos, de una u otra forma, todas y todos tenemos ideología.
¿Pero que significa estar ideologizado? Significa estar impregnadas e impregnados de ideología. Y estar impregnadas e impregnados de ella significa aprenderla, sentirla, amarla, vivirla, practicarla y militarla. En este tenor, es válido – y hasta necesario – estar convencidas y convencidos de que a través de la lucha para conquistar una ideología, el Estado pueda constituirse en una verdadera democracia en que los derechos humanos sean garantizados para todos y todas, en pie de igualdad y sin excepciones.
En síntesis, un defensor o una defensora de derechos humanos puede estar o no en sintonía con una ideología y no tiene absolutamente nada de negativo, al contrario, es profundamente positivo que las personas – defensores o defensoras o no de derechos humanos – se organicen y movilicen reivindicando y luchando en aras por una ideología, más aún, si esta apunta a la transformación de la sociedad de la mano de una verdadera democracia en donde todos y todas, sin excepción, accedan a todos y cada uno de los derechos humanos.
¿Quiénes son defensoras y defensores de derechos humanos?
Son todas aquellas personas que trabajan para incidir en que el Estado cumpla con su obligación de garantizar y no violar los derechos humanos, como habíamos visto en la definición. Las mismas, pueden o no trabajar para una institución u organización constituida para el efecto.
Por otra parte, la defensa de los derechos humanos también se da a través del trabajo voluntario, sin más interés que la justicia, y, sobre todo, a través de la lucha. Así, el concepto de lucha se relaciona, principalmente, con la organización, la formación y la movilización en contra de estas vejaciones y en ese marco, la lucha de las organizaciones de base, son un ejemplo. No nos olvidemos que la historia y el presente nos demuestran que no hay conquista de derechos sin organización y lucha.
Desde un lugar u otro, todas y todos podemos ser defensoras y defensores de derechos humanos. Todas y todos podemos tener ese orgullo.
* Abogado, activista de Derechos Humanos